jueves, 1 de marzo de 2018

boccaccio 70


Boccaccio ‘70 (Vittorio De Sica y otros, 1962) es una producción de Carlo Ponti en la que se da cita lo más granado del cine italiano de los años sesenta: Mario Monicelli, Lucchino Visconti, Federico Fellini y Vittorio De Sica realizan sendos episodios que tienen tempo y hechuras de mediometrajes. Sin embargo, el cuento proletario de Monicelli se queda fuera en la distribución comercial. Restan los otros tres que emparejan a Anita Ekberg con Fellini, a Romy Schneider con Visconti y a Sofia Loren, cómo no, con De Sica.

Durante los títulos de crédito del episodio de De Sica, “La riffa”, suena un cha-cha-chá del maestro Armando Trovajoli: “Cuartos, cuartos, cuartos, muchos cuartos, / benditos sean los cuartos, / los queridísimos cuartos, / porque quien tiene muchos cuartos vive como un pachá / y siempre tiene los pies calientes”.

La acción se sitúa, mediante imágenes estrictamente documentales en la feria de ganado de Lugo, en la provincia de Rávena. Un mundo de tratantes y sementales donde el propietario de una caseta de tiro al globito, sortea los favores de su cuñada en una rifa. El espectacular físico de Zoe (Sofia Loren) atrae a todos los hombres del pueblo a participar en el sorteo, incluso el sacristán, un hombre timorato al que llaman Cuspett (Alfio Vita). Sin embargo, Sofia se ha encaprichado de Geno (Luigi Giuliani), un joven atlético que la ha salvado de un toro que se ha escapado. El cuerpo de la Loren, vestido con un traje brillante rojo, además —lo que justifica la atracción del toro hacia la caseta—, ocupa siempre el centro del encuadre. Por si esto no fuera suficiente, globos, sandías e, incluso, el bombo del sorteo, remiten desvergonzadamente a los atributos femeninos que constituyen el premio de la rifa. No menos alegórica es la presencia de garañones, sementales, gallos y marranos en el montaje inicial. En la Italia del boom todo está en venta, como bien dice la canción y Zoe se encarga de explicitar en conversación con su hermana: “¿Por qué no habré aprendido a leer? ¡Si al menos hubiera terminado la primaria! […] Ahora lo que importa es ganar siete u ocho millones. Con eso seré independiente y podré casarme con quien me dé la gana”.

El giro boccacciesco de la historia de Zavattini consiste en que Geno secuestre el carromato y, en tanto llegan hasta allí los del pueblo, Zoe negocie con el sacristán que se quede con sus ganancias y pueda presumir antes sus paisanos de sus proezas amatoria. Mensaje feminista, por tanto, que la propia planificación subraya y desmiente al mismo tiempo. Los espectadores no dejamos de ser como esos paletos que se acercan babeantes a la caseta para contemplar una belleza de la que finalmente sólo podrán disfrutar vicariamente.

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