sábado, 14 de octubre de 2017

la peccatrice


Además de Mario Camerini y Mario Mattòli, Vittorio De Sica trabaja habitualmente con otros tres directores durante la década de los treinta. De Carlo Ludovico Bragaglia aprendrerá la diligencia en el rodaje, a cumplir con los plazos en películas que se filman en no más de cuatro semanas; de Nunzio Malasomma, la brillantez internacional; de Amleto Palermi, un sentimentalismo meridional que crea un vínculo inmediato con la platea.

Su última colaboración con Palermi, un veterano del cine silente que fallecerá poco tiempo después, con apenas 52 años, es La peccatrice (1940) y no escapa a esta regla. La pecadora titular es Maria (Paola Barbara), engañada por Alberto (Gino Cervi), que la abandona cuando se entera de que está embarazada. Incapaz de confesarle la situación a su madre, Maria da a luz en un hogar de caridad donde su hijo muere a los pocos días. Amamantará entonces al hijo de una mujer enferma, que le ofrece llevarla como nodriza a su pueblo. Allí comienza una relación sentimental con el hermano de la mujer, Salvatore (Fosco Giachetti). Pero cuando éste se entera de su pasado, intenta forzarla y ella escapa. Llega así a Nápoles donde por fin conoce a una pareja de jóvenes socios en un negocio que compiten en su cortejo. Son Pietro y Paolo. O sea, la sempiterna pareja cómica compuesta por De Sica y Umberto Melnati. Pronto se verá, sin embargo, que el primero, apasionado, romántico y bailarín de tango, ha ganado el puesto de honor en el corazón de Maria. Es una pena que, para mantenerla, Pietro se deje embaucar por un estafador y proxeneta (Piero Carnabuci) que lo envía a él a prisión y la encierra a ella en un prostíbulo de lujo.

La agitada vida sentimental de María ha sido evocada por ésta en el burdel mientras vela a una compañera moribunda. Los sucesivos flashbacks han sido consecuencia del encuentro con Pietro, quien, al salir de la cárcel ha ido allí, incapaz de creer que la mujer que ama se haya entregado a la prostitución.

La segunda parte de la cinta, narrada en tiempo presente, cuenta la fuga de la pecadora, el reencuentro con los tres hombres que marcaron su vida y la redención final. Es en el último tramo donde Palermi se entrega por entero a la resolución del folletín recurriendo a los procedimientos del cine mudo y logrando dos secuencias de gran emotividad sin apenas diálogo.

De Sica no participa en esta parte pero la historia de amor de su personaje ha servido para vertebrar todo el relato. Su creación del galán sentimental y melancólico funciona a la perfección e, incluso, le permite un breve dueto cómico con Melnati y burlarse de sí mismo como latin lover en la escena en la que, a imitación de Valentino, baila un tango con Paola Barbara.